En los años en que luchábamos en contra de la dictadura, se acostumbraba a decir "se es yunque o se es martillo", no sabemos a ciencia cierta de donde proviene la frase. En su simpleza resume lo que hoy día aparece difuminado, borroso, intencionadamente sin aclarar, como lo vemos en forma patética en la candidatura del diputado ex PS. Hoy sostiene que es el único capaz de frenar un gobierno neoliberal de Piñera, mientras ayer decía que hay que abrirse a privatizar las empresas del estado, y abrir mayores espacios al emprendimiento privado. Ayer se manifestaba partidario de legalizar el aborto, así sin apellidos, y ahora dice que el está por defender la vida. Ayer criticaba acidamente al gobierno y a la Presidenta Bachelet, y ahora se dice su "verdadero" sucesor.
Este candidato, fruto de la unión entre la afiebrada inquina del empresario y financista Marambio, contra el proceso que ha encarnado la Concertación, y la ambición sin límites de la familia Ominami. Un mix entre ex miristas devenidos en exitosos hombres de negocios y destacados representantes del pinochetismo duro, el único nexo en común entre estos personajes es su apego sin traumas a todos los privilegios que les brinda el sistema capitalista, su amor por el lujo y la farándula.
Qué puede ofrecerle a quienes adhieren al ideario de la izquierda chilena, este engendro mediático-político. Desde luego que adherir ciegamente a lo que resuelva el ex PS, y su círculo cercano, sin posibilidad de discusión, de participación, de cuestionamientos, o de oposición interna. De algún modo replica el estilo autoritario de Piñera, también su falta de contenidos profundos. Resulta por tanto paradójico, que en el origen el alegato de Marquito fue al interior del PS por el estilo de la dirigencia, por los mecanismos de participación interna, que requerían como en todo órgano democrático, de la construcción de mayorías, o de consensos entre grupos minoritarios para avanzar en sus propuestas. Como es obvio, ese sistema era muy lento para su tic adolescente, y entonces crea una alternativa, pero ésta sólo le permite a él, como encarnación de un líder inexistente, formular sus propuestas, expresar sus opiniones, sólo él hace política, los demás lo siguen.
Es triste ver a algunos venerables ex militante socialistas, que se creyeron el cuento y siguieron a Marquito, y ahora su rol se reduce a ser comparsa, mero acompañamiento de un proyecto individual cada vez más parecido a otros experimentos de populismo vistos en Chile, y de los que hoy casi nadie se acuerda. Del Cura de Catapilco hasta ahora no hay nada nuevo bajo el sol.
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